Cortuluá awakens: la esforzada pero cheverona historia de la Primera B – Copa Concasa / Vol III: 1993

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No es que todo tiempo pasado fue mejor, lo que pasa es que este de ahora es una total mierda. Por esto y porque nos gusta escribir acerca de huevonadas que interesan solo a un mínimo de la población (gracias a sus generosas donaciones es que seguimos al aire (?)), continuamos con este ejercicio de agitamemoria para algunos y de ilustración para la mayoría de ustedes, prepúberes, que consiste en el recuento/recorderis de los inicios de la categoría de plata del fútbol colombiano, la tan defenestrada pero necesaria y muy nuestra Primera B. Hoy hablaremos de la edición de 1993 de la vieja, rupestre y muy esforzada Copa Concasa (el nombre del torneo de ascenso en aquellos tiempos), campeonato que recién ese año ajustaba su tercera edición y que derivó en el primer ascenso del único club del Valle del Cauca con los suficientes huevos para subir de categor (se le pide amablemente al público que deje de arrojarme objetos, gracias).

El Tuluá (por esos días no se hablaba de «Cortuluá») campeón de la Copa Concasa de 1993. Arriba: Diego Goles, Alexánder Rodríguez, Léiner Ramos, Plácido Bonilla, Aldemar Sánchez. Abajo: Adelmo Vallecilla, Libardo Carvajal, William Vargas, Carlos Erao (!!) Arroyo, José Arias, Carlos Rodas. (sí, el mismito que estuvo hasta el año pasado)… ¿Cómo que no tiene ni idea de quiénes son la mayoría de ellos? Nosotros tampoco (Foto tomada del Libro «La Gran Historia del Fútbol Profesional Colombiano»)

¡Ah, aquel 93!

¡Ah, ese subeybaja de emociones que fue 1993! El año en el que todos sacábamos pecho al ver a nuestra selección pasándole la pija en la cara a los rivales – tanto que era común en los medios leer/escuchar esa expresión boba de «le pintamos la cara a» tan cercana a la física habladera de mondá. Año en el que aún estábamos terminando de quitarnos la costumbre de levantarnos todo zonzos a las 4:00 a.m. con una vela en la mano dizque a prender la luz del baño. El que terminó con la muerte de ese asesino múltiple que hoy algunos idolatran por cuenta de una telenovela de mierda que aportó al público de toda América miles de clichés idiotas sobre el país. Ese en el que el grueso del país aún se pegaba de la pantalla para ver seriados colombianos, sea para seguir por los amores otoñales de la calurosa «Señora Isabel» o para ver la sapiencia con que «El Gato» coordinaba los movimientos de Pablo y trataba de meterle presión a Lucía (¿o era al revés?). En fin, año en el que aún no existía el reguetón, y solo por eso merece ser considerado con respeto y amor. Sí, qué tiempos…

Por esos días se respiraba fútbol hasta por las coyunturas: el culpable era principalmente ese terrible combo de cracks que jugaba con la camiseta de la selección Colombia. Pero no solo por eso: ayudaba también el altísimo nivel de un campeonato colombiano cuyos equipos abundaban en figurones de primer nivel por cada arista: «El Pibe» Valderrama, «El Niche» Guerrero, Alexis Mendoza, Pachequito, Mackenzie, Valenciano, Oscar Córdoba, Freddy Rincón, Wilmer Cabrera, «El Patrón» Bermúdez, «El Pájaro» Juárez, Luis Barbat, «La Gambeta» Estrada, Rubén Darío Hernández, Andrés Escobar, J.J. Tréllez… y un larguisimo y prestigioso etcétera. Esta constelación de ultracalidosos se mataba (es un decir) cada fin de semana ante tribunas a las que no le cabía un arroz parado, cosa comprensible teniendo en cuenta el nivel del juego y el hecho que por esos días ir al estadio no te dejaba sin mercado el resto del mes.

El campeonato colombiano se jugaba con un sistema que otorgaba (mira tú esta vaina tan increíble) un solo título por año… asombroso… el de la A en 1993 fue para la impresionante armada que tenía el Junior, campeón con muchísimo parto en aquella infartante final del DIM_campeón_por_siete_minutos. El Poderoso fue subcampeón, y de tercero y cuarto quedaron esas otras dos bandas bravísimas que eran Nacional y América. Ojo que no quiero caer en «¡fútbol era el de anteshh!«: pero mirando esto cae en cuenta uno que esos equipos inspiraban más respeto que las tropas que liberaron a Europa del dominio nazi.

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Estos dos cracks (el uno ya había dejado de serlo, el otro estaba en su plenitud y lo sería por muchos años más) se vieron las caras con el debutate Huila y el ultrapoderoso América en 1993 (Fuente)

Y bien atrás, escondido de los flashes y del glamour se asomaba tímidamente la humilde Primera B. Para 1993 ya el torneo había superado la angustiosa etapa de superviviencia y agarró camino en forma; como vimos en los respectivos posts, el torneo de 1991 – que ganó Envigado – fue un parto bastante doloroso pero que al menos logró que el pelao saliera vivo, y el de 1992 – con Huila campeón – le dio el empujoncito necesario para que caminara solo. Durante este último año el buñuelo torneo de la B tuvo trascendencia nacional: la novedad del título del Huila y el entusiasmo virginal de su hinchada llamaron la atención de un país acostumbrado a ver a los mismos putos catorce equipos de siempre: salvo algún colado tipo Sporting de Barranquilla, era lo mismo cada año. Así que ya para 1993 el campeonato de la B estaba mucho más firme y generando más afluencia de público, principalmente en aquellas ciudades sin clubes en la A.

El torneo del ascenso seguía siendo patrocinado por Concasa (aka «Corporación Cafetera de Ahorro y Vivienda»), una institución financiera conocida de esos tiempos en los que habían tanto bancos como corporaciones de ahorro, y que hoy está más desaparecida que los manes que se van a jugar al fútbol chino. Concasa era una institución sólida pero modesta, que aportaba billete para el torneo pero no tanto como para decir ¡queeee brutooo, qué petroleros rusos son estos cuates! Para la muestra, la imagen de abajo:

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La rumba se prendió en los actos inaugurales de la Copa Concasa, circa 1993-1994

Para la edición de 1993 hubo dos caídos en combate: el Deportivo Armenia y el Deportes Dinastía (Riosucio) se convertirían en los dos primeros clubes fundadores de la Primera B que desaparecieron porsiemprejamás, sin dejar huella más que en la mente de los geeks y afiebrados de recuerdos bizarros. O sea, que de los diez participantes del primer torneo de 1991 aún quedaban seis en la categoría: Cóndor, Academia, Alianza Llanos, Rionegro, Atlético Buenaventura y Tuluá. Este año se sumaron al torneo cuatro nuevos equipos motivados por el entusiasmo de colarse a la fiesta del fútbol profesional y de dar una sombra de alegría a las grises vidas de la gente de los municipios pequeños (?). Los cuatro clubes que aparecieron este año tienen en común dos cosas: lo breve de su existencia y la grossitud de sus nombres. Y dice así:

  • Vives en Florencia (Caquetá), y formas un club de fútbol para participar en el torneo de la B. ¿Qué nombre le vas a poner que suene bacano? ¡Pues Fiorentina, marica! Con ese nombre y con el uniforme violeta (¿lila?) de su hermano (?) italiano debutó este año en la Copa Concasa este club con sede en la capital de Caquetá, patrocinado/soportado/empujado por un empresario de, eh, diversos negocios en el departamento, llamado Genaro Cerquera (propietario también del Deportes Quindío). No sabemos si el club existía de manera formal antes de 1993 o fue un invento apresurado del empresario; lo cierto es que al club le metieron billete y apostaron fuertemente por el ascenso. De hecho contrataron como DT al ex-Millos Germán Gutiérrez de Piñeres y se reforzaron con algunos nombres que no eran los clones del Milan pero sí tenían oficio en la A: entre otros el arquero Roque Pérez (del Unión Magdalena), Leiner Orejuela, James Rodríguez (sí, llave, el papá de), Carlos «Bigú» Mosquera, aparte de jóvenes valores de otros equipos, como unos jovencitos Osman López y un tal Orlando Ballesteros, y un brasileño ignoto de los que robó por los primeros años de la B: un tal Agnaldo Da Silva. Y les fue bien: en el año del debut coronaron subcampeonato – que en ese entonces solo otorgaba satisfacciones morales -, y fueron animadores constantes del torneo. Pintaban para grandes cosas (?), pero sea por desorden administrativo o porque el principal accionista se aburrió/fugó. el equipo se desinfló rapidito: dos años después terminaron de últimos y desaparecieron del todo. Hace poquito estaban promoviendo su vuelta, pero parece que todo derivó a un vehículo para que se muestren las pelaítas necesitadas de likes. Ah, el «Goleador de la Década» (Carlos Julio Guzmán®) Alex Daza debutó en el Fiorentina al año siguiente…
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El Fiorentina de Caquetá que participó en el torneo de 1993 (Fuente), que con ese nombre y uniforme justificaron sobradamente su existencia terrenal. El primero de arriba parece ser Osman López, el portero es el eterno suplente del Unión, Roque Pérez, Don James Rodríguez es el tercero de abajo.
  • Siguiendo el ejemplo de otros municipios vallunos como Tuluá, Palmira y Buenaventura, la sabrosa ciudad de Buga quiso también jalarle a eso del fútbol de la B. Y lo hizo este año con un club llamado (párale bolas) Guadalajara de Buga (!!!!!!), del que no hemos podido encontrar información pero que por Diosito santo que me acuerdo que tenía el mismo escudo de su tocayo mexicano. ¿Que por qué putas les dio por llamarse así? Pasa que el nombre oficial del municipio valluno es ese: Guadalajara de Buga. ¿Que quién jugó allá? Entre los nombres recolectados encontramos solo el del fallecido Lucio España. ¿Cuánto tiempo duró en la B? Solo otro añito más. En el año de su debut fue dirigido por el veterano DT valluno Pedro Nel Ospina el primer semestre, y por el conocido Jorge Luis Bernal el resto del torneo.
  • Lanceros de Boyacá fue el primer equipo en el que se concretó el viejo anhelo de los boyacenses de tener fútbol profesional. El club se fundó de manera muy apresurada en el mismo 1993 en el que debutaron en la B, pero eso no le impidió armarse con todos los fierros para pegar el ruanazo (?) al ascenso: jugadores rendidores y/o promesas sin cupo en los clubes de la A en esos años (hoy les daría para refuerzos estelares de un Jaguares) como Gerson Paz, los samarios ex-Unión Leonardo Huertas Ubaldo Barranco o el juvenil del América Gerson Mier, Bajo la dirección técnica de Luis Humberto Montejo y «El Polaco» Escobar el club boyacense tuvo un muy buen rendimiento todo el año – siempre anduvo en los puestos de punta – y desató la locura entre la afición tunjana, perfilándose como uno de los firmes candidatos al ascenso. Si no fuera por el detalle que se cagaron horriblemente en los cuadrangulares semifinales de pronto hubiesen ascendido. El club duró más que muchos de sus compañeros de ese año: desapareció (o vendió la ficha, no sé) en 2000.

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El escudo del Lanceros. Sí, alguien los hizo (¿hace?) y los vende

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El samario Leonardo Huertas (izq) y el valluno Gerson Mier fueron figuras con el Lanceros de Boyacá en 1993 (Fuente)

  • Y por último tenemos al Risaralda Ferroclub Pereira (!!!), club que duró solo este año en la categoría y del cual no tenemos demasiada información más que la proveniente de los recuerdos cada vez más esquivos (?). Entiendo que en realidad el equipo eran las inferiores del Deportivo Pereira que fueron campeones del viejo torneo de la C (o Segunda División) y que ascendieron/fueron invitados a la B en 1993. El escudo del equipo era el mapa de Risaralda en verde con fondo blanco (los colores vienen de la bandera bandera). De los jugadores que hicieron parte de su breve estadía en la B solo tengo registro del futuro Deportivo Pereira Hugo «La Gambeta de América» (!!!!!!) Sánchez.

A los seis clubes sobrevivientes de 1991 (Cóndor de Bogotá, Alianza Llanos de Villavicencio, Tuluá, Academia Bogotana, Rionegro y Buenaventura), y los cuatro nuevos súmale tres que debutaron el año anterior (Deportivo Industrial Itagüí, Palmira y Alianza Petrolera). Van trece, ¿falta uno? Si señó: el Real Cartagena llegó este año a la B, aunque es más preciso decir «cayó» que «llegó«: por quedar último de la A en 1992 se convirtió en el primer club descendido del fútbol colombiano (mal ahí que nunca los he visto sacar pecho con «Somos el decano de los descensos en Colombia, papá«). Total: catorce equipos. Al comenzar el torneo los favoritos al ascenso eran los de siempre: el Cóndor, el Tuluá y el Alianza Llanos, equipo este que la verdad mereció muchísima mejor suerte que la que tuvo y que hoy no se hubiera visto para nada mal jugando en la A.

Y el campeón fue… bueno, ya lo saben desde el principio

El torneo estaba dividido en dos semestres, en los cuales se asignaban bonificaciones para los cuadrangulares semifinal y final de fin de año; en cada torneo se repartía un punto al primero en la clasificación, 0.75 al segundo, 0.50 al tercero y un mísero 0.25 al cuarto, que servían como criterio de desempate en caso de igualdad en puntos en los cuadrangulares. Al que mejor le fue con este sistema fue al Real Cartagena, que entre Apertura y Finalización obtuvo un total de 1.50 de bonificación, los cuales a la hora del maní le sirvieron para un culo porque se churreteó totalmente en el cuadrangular final (y eso que terminó siendo el club con mayor puntaje del año). Los ocho mejores de la reclasificación a fin de año clasificaban a las semifinales, en las que se repartían en dos cuadrangulares de los que pasaban a la final los dos mejores de cada uno. En la final (otro cuadrangular) jugaban todos contra todos a ida y vuelta, y el ascendido era, orrrviamente, el de qué más puntos hiciera.

Las semifinales se jugaron con el Real Cartagena, Palmira, Rionegro y Cóndor por un lado, y Lanceros, Alianza Llanos, Fiorentina y Tuluá por el otro. Los tulueños habían comenzado el año como favoritos pero habían tenido un horripilante primer torneo bajo el mando del veterano Finot Castaño, que por malos resultados fue eyectado para el segundo y fue reemplazado por el gran Humberto «Tucho» Ortiz, recién salido de un Bucaramanga al que llevó a su mejor época de la historia. Y sea por la mano del Tucho, o sea porque a don Finot le estaban haciendo una cama king familiar, el equipo enderezó el asunto bastante bien para el Finalización: tanto que se alcanzó a meter en las finales. El Tuluá tenía como base a obreros voluntariosos y aplicados como Adelmo Vallecilla y Léiner Ramos apoyados por varios batalladores bastante desconocidos; arriba venía el aporte de calidad con un 9 potente y goleador llamado Plácido Bonilla, un habilidoso y que hasta hace poquito seguía jodiendo a los rivales llamado Carlos Rodas y un picante pero fugaz delantero llamado David «Meneíto» Mendoza. A pesar de su resucitación a final de año los tulueños estaban en desventaja porque por su pésimo inicio de año llegaban sin bonificación.

Pero igual el no tener puntos extra le valió bastante mondá al Tuluá, que pasó junto con Fiorentina en su grupo al cuadrangular final y de ahí arrasó con muchisima autoridad: 3-0 a Palmira de local en la primera fecha, 0-0 a Fiorentina en Firenze (?), 2-1 al Real Cartagena en el «Doce de Octubre«, 3-2 al Real en la vuelta en el «Pedro de Heredia». Para completar los otros rivales se dedicaron a cagarse la vida entre ellos mismos, de tal modo que en la penúltima fecha el Tuluá podía ser campeón con solo empatar ante Palmira de visitante. Y preciso: fue 1-1 y el ascenso del esforzado Tuluá a la A, que como dijimos fue el primer y hasta ahora único equipo del Valle en ascend (dejen de tirarme cosas, no joda).

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El gran «Tucho» Ortiz ascendió al Cortuluá en 1993

Apostillas:

  • De los jugadores que lograron el ascenso con el Tuluá 1993 muy pocos se destacaron en el fútbol de la A. Solo de Carlos Rodas, el arquero Diego Goles, eh, Gómez, «El Meneíto» Mendoza (que jugó varios años en la liga peruana), Plácido Bonilla o Adelmo Vallecilla se puede decir que tuvieron una carrera medianamente consistente. Ya en la A al año siguiente, debutó (contra Junior en la sexta fecha) un jovencito delantero en el equipo tulueño llamado Mario Alberto Yepes.
  • El goleador del campeonato fue, sobrado, el delantero del Tuluá Plácido Bonilla con 21 goles. Muy atrás quedó el segundo, Leonardo Huertas de Lanceros con 10 goles.
  • No había plata para extranjeros, y por eso muy pocos clubes tenían para pagarle a uno y traerlo a jugar por acá. Aparte, por la poca plata ofrecida, cabía bastante la posibilidad que el refuerzo brasileño fuera en realidad un cauchero fugado del Amazonas que metiera mono con el acento. Por esto en este torneo hubo pocos: el único que medio se destacó fue Evandro Smith, brasileño de Ferroclub y Lanceros. También ¿jugó? su compatriota Agnaldo Da Silva (que venía si no estoy mal de Alianza Llanos), más un uruguayo llamado Javier Carró y un panameño ignoto en Cóndor y Real Cartagena.
  • Algunos otros veteranos (y no tanto) conocidos que les tocó se decidieron jugar en equipos de la B en 1993 fueron el pintoresco Misael Ávila, el delantero ex-DIM, Once Caldas y Santa Fe Carlos «La Fiera» Gutiérrez (Alianza Llanos) y el delantero ex-Nacional Jaime «Jimmy» Arango (Industrial Itagüí).
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Ellos también jugaron en la B (Fuente)
  • Desconocidos en el momento pero que después jugaron en la A fueron los delanteros del Real Cartagena Roberto Jeremías Ibargüen y Hugo Arrieta, además de un potente delantero perteneciente al Cali pero prestado al Palmira llamado Hamilton Ricard.
  • Y por último: el ídem del campeonato en la B fue el Deportivo Industrial Itagüí (¿hablábamos de nombres bacanos?), que luego de pelear clasificación el año anterior se desfondó feísimo en 1993 bajo la dirección técnica de Nelson Gallego

13 pensamientos sobre “Cortuluá awakens: la esforzada pero cheverona historia de la Primera B – Copa Concasa / Vol III: 1993

  1. Oiste home, dicen que despues del accidente del Patico Toranzo en Venezuela, ahora le va a quedar mas facil pegarle de «tres dedos». Plop!! Pato, es por joder varon, si estas leyendo esto, pronta recuperacion mijo.

  2. Murion Trifonsito Ivanov. Hay homenaje para este procer del futbol bulgaro? Ahora nos toca aguantarnos caribonitos no mas, nada de malicia o enjundia.

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